Soy Cristina Tavío Ascanio. Madre, esposa, mujer, licenciada en Derecho español y europeo. Diputada, vicepresidenta segunda del Parlamento de Canarias y militante del Partido Popular. Soy una persona que intenta que estas facetas de mi vida se complementen porque cada una de ellas me hace feliz, me imagino que es lo que hacemos todos.
Aunque soy conocida en Canarias por mi actividad política, me convertí en una persona “odiada” en España por culpa de un tuit de tan sólo cuatro palabras escrito en mi cuenta personal y que ha dado lugar a diferentes interpretaciones y a situaciones que nunca hubiera querido vivir.
Lo confieso: he perdido el sueño. Lo he perdido porque me han atacado en las redes sociales con violencia e insultos. Una realidad que me ha sobrepasado y que lejos de hundirme me ha animado a reflexionar sobre la fragilidad de estos canales de comunicación, donde excepcionalmente prima el libre albedrío pernicioso, que nada tiene que ver con la libertad que sí promulgo tanto en mi vida profesional como personal.
Y lo he perdido por mi familia. Porque no es agradable verlos sufrir al leer comentarios tan grotescos como los siguientes: “También podemos empezar cagándonos en tu puta madre y diciendo lo amargada que se te ve”, “zorra desvergonzada”, “escoria” y no sigo porque primero, me produce vergüenza reproducirlos y segundo, porque no me corresponde a mí calificar su gravedad y si son constitutivos o no de un delito telemático. Con la mano en el corazón les digo que ha sido y sigue siendo una situación totalmente injusta y dolorosa para ellos y para mí.
Quizá algunos, o muchos, puedan pensar que me lo merezco y que va en mi cargo y en mi sueldo. Permítanme decirles que no lo creo. Una cosa es que tengamos diferentes puntos de vista, distintas formas de pensar, o que no comulguemos con las mismas ideas. Pero espero que seamos muchos los que coincidamos en que ante todo, y por encima de todo, debe primar el respeto.
No soy la única, ni la primera, ni posiblemente seré la última en sufrir esta situación. Y lo sé porque en lugar de centrarme en leer todos y cada uno de los comentarios ofensivos, he preferido recorrer este mundo virtual y lo que he visto me inquieta. Nadie se salva de este tipo de violencia y he detectado una gran vulnerabilidad en el sistema.
Niños que se suicidan, padres o madres que acosan o son acosados y pederastas o pedófilos que rastrean las redes son algunos de los muchos casos que suponen una amenaza para todos. Teniendo en cuenta estos indicadores de violencia que alertan a toda la ciudadanía en su conjunto, no debemos omitir nuestra responsabilidad para actuar al respecto de forma coordinada.
Además, existen millones de ejemplos de tuits con un denominador común: la impunidad y la indefensión de estos ataques hechos desde el total anonimato. Creo que los que utilizan las redes sociales con el fin de insultar, vejar o intimidar a otra persona sin dar la cara sólo tienen un calificativo: cobardes.
Pero si hay algo que todavía me preocupa más es el lenguaje utilizado. Mensajes cargados de resentimiento hacia otras personas, y que hacen apología del odio, sólo por no comulgar con sus ideas. Lo refleja muy bien el pedagogo Daniel Temes cuando asegura que “tu libertad acaba donde empieza tu violencia”.
Siempre he creído, y lo sigo creyendo, que las redes sociales son un canal de comunicación que debemos aprovechar. A mí me han brindado la oportunidad de conocer a muchas personas, de compartir otros puntos de vista, e incluso de aprender de los muchos comentarios y discusiones que se generan. Es una herramienta complementaria y muy útil para la interacción con la sociedad. No creo que deba convertirse en un escenario de ataques gratuitos bajo la premisa equivocada de la libertad de expresión.
Las seguiré utilizando, no les quepa la menor duda. Pero he decidido que en vez de quedarme con lo negativo, voy a pasar a la acción. Les anuncio mi intención de impulsar un Manifiesto contra la Violencia Telemática, sin animosidad partidista, que no sólo emane de todos los partidos políticos, sino que involucremos a la propia ciudadanía, con la colaboración de un comité de expertos y de agentes educativos, y espero que también de muchos medios de comunicación.
Se trata de realizar una labor pedagógica, de difusión, sensibilización y concienciación social para que este tipo de sucesos no se normalicen o queden en la más absoluta impunidad. Divulgar para que los usuarios sepan que hay comentarios que pueden ser constitutivos de delito y que existen unas leyes que hay que cumplir.
En definitiva, que las redes sociales deberíamos utilizarlas tal y como haríamos si usted y yo nos encontráramos en la calle y diéramos nuestros distintos puntos de vista cara a cara. Estoy segura de que lo haríamos desde el respeto, la tolerancia y sin dañar el honor y la imagen de nuestros semejantes.
O parafraseando de nuevo al pedagogo apartidista Temes: “Discrepar puede, amenazar nunca. Por unas redes sociales sin violencia”.
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