Sigo en shock por las más de 26.000 muertes España, más de 329.000 muertes en el mundo. Una tragedia que ha llegado para cambiar muchas cosas que antes dábamos por hecho. Lo reconozco, siento en la distancia, pero muy cerca en mi ánimo, mucha impotencia, angustia y frustración. Tengo muy claro y no me caso de repetir por aquí, que es urgente que todas las organizaciones internacionales y los países del mundo tenemos que reconstruir las certezas para fortalecer la nueva normalidad. Más que nunca el multilateralismo en materia de salud y epidemias, debe ser una prioridad global para los diferentes Estados y territorios y aprender a anticiparnos para ser más eficaces en la prevención de otras amenazas en el futuro, o para seguir resistiendo a ésta. Así es, nuestro planeta debe recuperar la libertad completa; debemos aprender la lección de que ningún virus está lejos, ni es chico; que se desarrolla más rápido en unos sistemas inmunológicos que en otros; y que sin higiene o un mínimo sistema sanitario sus efectos se vuelven devastadores. Se impone recuperar poco a poco la confianza mutua y una conectividad prudente y sin riesgos. Lo digo de otra manera, hay que re pensar el sistema de alertas sanitarias mundiales e imponer protocolos multilaterales sincronizados.
En lo económico, me preocupa mucho Canarias y España. Siempre me he quejado y he considerado algo ingenuo o infantil hablar de que la pérdida temporal del turismo sólo nos afectará parcialmente. Si algo bueno ha traído el covid 19, es desgraciadamente, que nos estamos dando cuenta del impacto del turismo en nuestras respectivas economías, y así es, para muchas regiones, provincias, islas, ayuntamientos o pueblos de España, el turismo lo es absolutamente todo. Sin turistas no hubiéramos tenido el bienestar del que hemos disfrutado unas cuantas décadas y en particular mi generación, pues los que estamos estrenando los 50 sabemos que hemos crecido en paralelo a la industria turística. Una industria muy sensible, intensiva y caprichosa que directa o indirectamente financia y salpica a todos los sectores económicos en nuestro país y afecta de forma más directa e indirectamente a toda la sociedad de nuestro archipiélago. Una primavera todo el año que nos ha permitido disfrutar de un bienestar como sociedad que ahora será muy complicado o imposible financiar.
Una industria basada en la fidelidad de muchos turistas europeos con nuestra marca, islas Canarias y basada en la conectividad que el coronavirus ha hecho saltar por los aires. Una conectividad con una dependencia exterior gigante que además coincide con la crisis de las compañías aéreas que tradicionalmente han operado con nuestra tierra, por lo que nuestra vulnerabilidad, con viejos o nuevos problemas se multiplica en el peor momento. Cuesta hablar de economía cuando tanta gente sigue luchando por sobrevivir a la pandemia, o cuando el bicho sigue con nosotros. Tengamos además presente que muchos de los que lo han padecido, más de 5 millones de personas en el mundo, desconocen que secuelas sufrirán.
No me canso de repetir que debemos sentirnos orgullosos con todas las sobras que quieran pues en 40 años nos hemos convertido y nuestro archipiélago, era hasta hace poco una de las potencias mundiales del turismo. Sombras por que no lo hemos hecho todo bien y en ese éxito turístico de cuatro décadas hemos descuidado algunos sectores económicos estratégicos. Somos muy vulnerables y dependientes de un mundo global que no sabemos si volverá. Ojalá me equivoque, pero sentiremos un impacto económico colosal y todavía no somos del todo conscientes. Ojalá podamos abrir las fronteras pronto. Ojalá consigamos volver a enganchar a la gente de todo el mundo con Canarias. De lo contrario volveremos a emigrar como ya lo hicieron nuestros abuelos, claro está, emigraremos de otra manera.
Me siento orgullosa de como España ha superado 60 días atrapados en casa con familias y circunstancias. Estoy convencida de que una relación de confianza en nuestra ciudadanía desde el principio hubiera evitado mucha claustrofobia innecesaria. Todo tiene un lado bueno o al menos yo procuro buscarlo, estas noches de confinamiento y días de locura también están sirviendo para mucho bueno y nos está acelerando a todos en la conciliación, el teletrabajo y valorando más a nuestros sanitarios, a los que han permitido abastecernos y a los que han seguido recogiendo nuestra basura diaria, valorar a maestros y profesores y valorar nuestros respectivos trabajos. Además, me encanta que estemos descubriéndonos los unos a los otros y confirmando lo que sabíamos, que las tareas del hogar no tienen sexo, ni exclusividad.
Como decía, también estoy confinada en Bruselas, la capital de Europa, un lugar que adoro y desde el que sigo con preocupación y minuto a minuto, las noticias del archipiélago, de toda España, pero también de Bélgica y del mundo. Parece como si estuviéramos siendo puestos a prueba como humanidad en nuestra resiliencia. Como bien sabe, Loli Rodríguez de Azero, la mentora de “Smartlinking”, ella y yo coincidimos aquí viviendo hace algunos años. Bruselas, su ambiente abierto a las culturas y su ejemplo de convivencia atrapa y enamora, muy a pesar del mal tiempo en invierno. La Unión Europea una organización tan mejorable como necesaria, sin duda un entramado complejo y cambiante del que también depende y mucho nuestro futuro. En estos momentos en los que ya hay una propuesta sobre la mesa para reforzar nuestra estabilidad económica y particularmente la de los países que peor hemos sufrido la pandemia, o que peor llevemos la recuperación. Nunca mejor dicho Europa nos ayudará si demostramos que somos sensatos con políticas económicas y fiscales desde España acordes con las circunstancias excepcionales. No tiene mucho sentido que cuando estamos pidiendo solidaridad a la UE al mismo tiempo estemos prometiendo salarios mínimos precisamente cuando los ingresos de nuestro país y de todas las administraciones, ya todo el mundo sabe que están por debajo de nuestros gastos. Por lo que me temo que o enviamos un plan de reconstrucción creíble y sostenible o nos estaremos haciendo trampas al solitario seguirán pagando nuestros nietos.
Entre otras cosas también dependemos y mucho de Europa, porque espero que muchos europeos nos sigan eligiendo como destino turístico, como nos han elegido en los últimos 40 años, además de por nuestro clima y las bellezas naturales de nuestro archipiélago por nuestra seguridad sanitaria, jurídica, alimentaria, por la facilidad de tener la misma moneda o por una amabilidad que no debemos perder porque si sales de casa es que quieres estar mejor.
Que diferentes somos, Bélgica y España, es curioso, aquí también se decretó el aislamiento domiciliario y prácticamente al mismo tiempo, pero un confinamiento más llevadero, en el que ha estado permitido y hasta recomendado salir a practicar deporte o pasear al aire libre, siempre con mucha prudencia, responsabilidad y guardando las distancias. Aquí no se ponen multas, salvo excepciones, pero todo el mundo es muy responsable y no bromea con el confinamiento, además de que tenemos unos sistemas públicos de información personalizada muy útiles.
Quiero agradecer a “Smartlinking” que me haya permitido a través de este innovador proyecto tan inspirador, que nos anima a ponernos en la piel los unos de los otros, que nos conecta a personas de distintos países atrapadas en su responsabilidad y cada uno todavía en su casa. Un proyecto que en medio de ésta difícil situación para todos nos acerca a la tierra que amamos. Una oportunidad que yo aprovecho para reivindicar la libertad completa y para aplaudir la paciencia y la responsabilidad de millones de españoles que han cumplido el confinamiento no siempre en las mejores circunstancias. No me extraña nada que los españoles estén echando tanto de menos su libertad. ¡Bendita libertad para pasear, para moverse, para entrar y salir, para viajar ¡Estoy segura de que de ésta inédita experiencia de incertidumbre, encierro y de abismo económico estamos aprendiendo lecciones de vida que sabremos trasmitir a nuestros nietos!