Me hubiera gustado escribir este domingo sobre buenos propósitos o sobre metas por realizar en este 2018, que suele ser lo que toca cuando estrenamos un nuevo año, pero desde que leí este dato no dejo de darle vueltas porque es escalofriante. Según el forense y exdelegado del Gobierno contra la violencia machista, Miguel Lorente, entre quince y veinte hombres en España están pensando seriamente en matar a su pareja.
Lamentablemente, 2017 ha sido un año trágico con 49 mujeres asesinadas. Según los datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, sólo once habían presentado denuncia, lo que supone un 22,4 por ciento, y de ellas, el 14,3 tenía medidas de protección activas.
Más allá de las cifras y las frías estadísticas, hoy quiero centrarme en lo importante: detrás de estos casos hay dolor, sufrimiento, silencio y, por desgracia, muertes. Y pese a que ya han transcurrido más de diez años desde que todos los grupos políticos del Congreso de los Diputados acordaron la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y la ONU elogió el marco normativo que había conseguido España en el ámbito de la igualdad, la realidad nos demuestra que queda un largo camino por recorrer.
Y hablo en plural porque coincidirán conmigo en que este problema es una lacra que nos afecta como sociedad. Como bien reza la campaña puesta en marcha por el Gobierno de España, cuando hay maltrato en una pareja no son sólo cosas de pareja. Denunciar la violencia de género es responsabilidad de todos.
Es un tema que debe ser abordado de forma transversal desde un punto de vista político, social y educativo, y también con la complicidad de los medios de comunicación. Porque es importantísimo seguir dando pasos para mejorar la protección, las garantías y los derechos para las víctimas de violencia de género y sus descendientes, así como la persecución de los maltratadores, pero también hay más.
Me refiero a campañas de publicidad y de información sobre las condenas que estos delincuentes reciben para que sirvan como arma disuasoria. El objetivo es hacer ver que la incontinencia de la ira tiene sus consecuencias y que estas tienen y deben ser mucho más duras.
De ahí que apele a la complicidad de todos. De nosotras, para que ninguna mujer tenga miedo de denunciar ante cualquier comportamiento machista que denigre y vulnere nuestros derechos; y de ellos, para que entiendan que no somos objetos y que valemos lo mismo por nuestro trabajo y no por cómo vestimos o por lo que hacemos.
Esta idea está empezando a calar y recientemente hemos visto cómo muchas mujeres han empezado a alzar la voz, en su defensa y en la de todas. Las recientes manifestaciones de actrices denunciando acoso sexual o el aplaudido discurso de Oprah Winfrey en la ceremonia de los Globos de Oro son sólo algunos ejemplos que debemos interiorizar para que este 2018 sea un mejor año.
Muchos analistas y tertulianos hablan ya de una revolución femenina. De un movimiento social que se está contagiando por el mundo para pasar del lema “Basta ya” a la acción. Sabemos que este rugir no acabará de un plumazo con las desigualdades, con las agresiones o con las muertes, pero creo que no me equivoco si digo que es un buen comienzo.
Esa empatía y unidad que estamos mostrando debe contagiarse. Por eso apelo a todos ustedes, para que más allá de quedarnos en los detalles de estos crímenes hagamos un esfuerzo en dar a conocer que cada día hay más hombres que tienen que responder por sus actos.
Que los estigmatizados sean ellos, que son al fin y al cabo los que cometen el delito. Que se sepa, se divulgue y se propague que no hay impunidad. Más publicidad y visibilidad a sus condenas y más respeto por la vida ajena.
Ojalá que este 2018 sea el año de la fuerza.
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