¿Quién no ha escuchado alguna vez aquello de que somos lo que comemos? Ya lo dice el prestigioso nutricionista Mike Adams cuando asegura que en la actualidad más del 95 por ciento de las enfermedades crónicas están causadas por la comida, los ingredientes tóxicos, las deficiencias nutricionales y la falta de ejercicio físico.
Razón no le falta, más aún si tenemos en cuenta una de las conclusiones del estudio de la Organización de Naciones Unidas, publicado en marzo de este año, que alertaba de que los pesticidas matan a doscientas mil personas al año, amén de tener un negativo impacto en el medioambiente.
El documento, que fue presentado en el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, explica que, además de las muertes, el uso de estos productos químicos estaría asociado al desarrollo de diversas enfermedades como cáncer, alzheimer o parkinson, trastornos hormonales, infertilidad o daños neurológicos.
Y es que todos estamos expuestos a ellos, ya sea a través de la comida, el agua, el aire o teniendo contacto directo con ellos o con sus residuos, como es el caso de los agricultores. Además, Canarias es una de las Comunidades Autónomas que más pesticidas tiene acumulados en suelo por metro cuadrado, y por eso contamos con un decreto que regula estas zonas de elevada contaminación.
Se trata de un gran problema, porque ya no sólo hablamos de sostenibilidad o de impacto medioambiental, sino también de salud. Más aún si atendemos a los últimos datos conocidos que prueban que en Canarias se detectan cada año siete mil nuevos casos de cáncer, y entre los factores de riesgo se encuentra la mala alimentación.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, es lógico y necesario poner en práctica todas aquellas medidas de fomento que puedan contribuir y potenciar el desarrollo de una agricultura más sostenible con el medioambiente y más respetuosa con nuestra salud.
De ahí que haya presentado en el último Pleno del Parlamento una proposición no de ley para impulsar la agricultura ecológica, que representa un compendio de técnicas agrarias donde se excluye el uso de productos químicos de síntesis con el objetivo de preservar el medioambiente, a través de un gran cuidado y mimo de la estructura del suelo, y generando alimentos de calidad libres de residuos indeseables.
En nuestro país, la producción ecológica ha experimentado un importante auge desde sus tímidos inicios en la década de los 80, situándose en estos momentos como el primer Estado miembro de la Unión Europea en superficie dedicada a este sector y situándose también dentro de los primeros puestos a nivel mundial.
Canarias también ha participado de este avance. Según los datos inscritos en el Registro de Operadores de Producción Ecológica (ROPE), que gestiona el Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria (ICCA), contamos con 1.342 operadores y 6.436 hectáreas dedicadas a este tipo de agricultura.
Aún así, entiendo que en nuestra tierra todavía queda margen para que sigamos apostando por esta forma de agricultura que ofrece, entre otros aspectos, calidad del producto, diferenciación adquirida y sostenibilidad con el medio ambiente.
Agradezco a los diferentes grupos políticos que así lo hayan entendido y que con sus enmiendas hayan enriquecido esta iniciativa para apostar por una forma de agricultura que entronca también con la salud, con la frescura, con la sostenibilidad y con el equilibrio biológico.
Promocionar y fomentar la agricultura y la producción ganadera ecológica; mejorar la formación y la profesionalización del sector; impulsar y promover su asociacionismo; diseñar una campaña de divulgación y sensibilización dirigida a la población para fomentar el consumo interno y la exportación, y facilitar el compromiso y la colaboración público-privada entre los distintos departamentos implicados son las prioridades que entre todos nos hemos marcado.
Confiamos que con ellas se favorezca y potencie el desarrollo de la producción ecológica en Canarias, y así seguir dando pasos en pilares tan importantes como la sensibilización, la educación, el cuidado del medioambiente y la salud.
No lo olviden: somos lo que comemos.
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