A estas alturas nadie duda de que España necesita un gobierno eficaz, y lo necesita con urgencia. Esta frase se ha convertido en un clamor popular, y la escuchamos día tras día en todos los ámbitos: medios comunicación, empresas y administraciones públicas nacionales, internacionales y comunitarias.

Ya en marzo, cuando Pedro Sánchez se presentó a la investidura tras las elecciones del 20 de diciembre, justificaba su intento de formar gobierno apelando a esta idea. Pues han transcurrido seis meses y aquellos mismos que se agarraban a este argumento hoy son los que bloquean la situación.

Sé que algunos podrán pensar que fue lo mismo que hicimos nosotros en aquella ocasión, pero permítanme que les explique por qué creo que estamos ante dos escenarios distintos. En el primero, hablamos de un candidato que no ganó las elecciones y que tan sólo logró 131 votos a favor en el Congreso de los Diputados.

En el segundo, hablamos de un candidato que no sólo ganó las elecciones del 20D, sino que mejoró sus resultados en junio con 400.000 votos, cuatro puntos y 14 escaños con respecto a diciembre. Fuimos la primera fuerza en todas las Comunidades Autónomas, excepto Cataluña y País Vasco, y fuimos la lista más votada en 42 de las 51 circunscripciones, pero quizá para algunos esto no significa mucho.

Tenemos a un candidato que obtuvo 52 escaños más que el PSOE, y que gracias al diálogo con Ciudadanos y con Coalición Canaria consiguió 170 síes en la Cámara, es decir, se quedó tan sólo a 6 de la mayoría absoluta. En cualquier país estos números serían suficientes para poder gobernar, y máxime cuando el expresidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, lo hizo en su segunda legislatura con 169 votos.

Aún así, coincidirán conmigo en que lo importante no son los números ni las posiciones enquistadas de algunos. Hablamos de algo más serio: el futuro de nuestro país. Mariano Rajoy tuvo la previsión de aprobar los Presupuestos para este año, y pese a las limitaciones de un gobierno en funciones, las medidas adoptadas en la pasada legislatura han permitido que este año continúe el crecimiento económico y la creación de empleo, pese a la incertidumbre política de estos meses.

Pero como ya avisó, durante su discurso de investidura, todo tiene un límite y ya son muchos los avisos que recibimos, desde dentro y fuera de España, sobre la necesidad de contar con un gobierno capaz de actuar y responder a la mayor celeridad posible, para cumplir con nuestros compromisos con Europa y para poner encima de la mesa el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año.

No podemos perder financiación europea, ni arriesgarnos a una sanción y mucho menos dejar en la cuneta a casi 14 millones de personas que perciben algún tipo de prestación. De los presupuestos dependen estas ayudas, la actualización de las pensiones y los sueldos de los funcionarios públicos, pero también la financiación de las Comunidades Autónomas y las corporaciones locales y, por tanto, los servicios sociales que prestan.

De las cuentas públicas dependen también las inversiones, las ofertas de empleo público y muchas otras cuestiones fundamentales en el día a día de un país. Queda claro que cuando hay bloqueo hay retroceso, y cuando hay gobierno hay progreso.

Por eso, es urgente que se recupere el sentido de Estado y de la responsabilidad. Que prime el interés de España por encima de intereses personales y partidistas, y, sobre todo, es importante saber si el señor Sánchez es capaz de presentar una alternativa real de gobierno o quiere mandarnos a unas terceras elecciones.

Después de lo ocurrido el pasado viernes, nosotros seguiremos intentando dar respuesta a los desafíos a los que se enfrenta nuestro país. Estamos ante una situación excepcional que requiere altura de miras. Lo que España necesita es que seamos capaces de articular un gobierno que esté al servicio de los españoles. Y esa necesidad es urgente.